Metodología para medir la evasión y la elusión
Gonzalo Polanco Director Centro de Estudios Tributarios, FEN Universidad de Chile
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Gonzalo Polanco
En días recientes se produjo un interesante debate en torno al porcentaje de evasión y elusión de impuestos que presenta nuestro país. El Colegio de Contadores hizo público un documento llamado “Propuestas en torno a la estimación y combate de la evasión y elusión de impuestos”, en el que se aplica una metodología que da como resultado que el porcentaje de evasión es un 39% menor en el Impuesto a la Renta, respecto a las cifras resultantes del estudio más conocido hasta la fecha sobre el tema, y que fue elaborado por Michel Jorrat.
Resulta preciso mencionar que la autoridad tributaria en Chile publica la estimación de la evasión en el IVA. Sin embargo, no se conocen cifras oficiales recientes en torno al fenómeno en el Impuesto a la Renta, que es el segundo que más aporta a las arcas fiscales.
“Existe un escaso conocimiento sobre la evasión de impuestos. Nuestras discusiones se centran en dimensionarla, pero no hemos aprendido a conocerla y hay pocos estudios que indiquen en qué sectores de la economía o qué lugares se genera la evasión”
El último informe disponible en el sitio web del SII sobre la evasión en el Impuesto a la Renta es de hace una década, y comprende el período de 2003 a 2009. Los resultados de este estudio muestran que, al comienzo del período reseñado, la evasión era del 44%, y siguió una tendencia a la baja hasta alcanzar un mínimo de 23% en el año comercial 2006. Luego la serie mostró un alza, alcanzando un 31% al final del período.
El lector se podrá preguntar para qué recordar estas cifras, si esto ocurrió hace más de un decenio. Las circunstancias han cambiado bastante desde entonces, y lo que en 2003 resultó exitoso podría no ser una receta recomendable para la presente discusión.
La historia, sin embargo, nos enseña algunas lecciones. En primer lugar, debiera reconocerse la importancia de contar con una metodología oficial que sea conocida, comúnmente aceptada, estable y que sea explicada. En segundo lugar, también nos muestra que la Ley 19.738, de “Lucha contra la Evasión”, publicada en junio de 2001, pero cuya implementación fue paulatina en el tiempo, habría tenido una incidencia importante en la reducción inicial del fenómeno.
A partir de esta experiencia, surgen algunas preguntas que nunca fueron contestadas en un país en que las políticas públicas son escasamente evaluadas. La fundamental tiene que ver con el porqué el impulso adicional que habría traído la ley de lucha contra la evasión se detuvo y la tasa de incumplimiento comenzó a aumentar, a partir de 2006.
Esta última pregunta está muy vinculada con el escaso conocimiento que tenemos de la evasión. Nuestras discusiones están centradas en dimensionarla, pero no hemos aprendido a conocerla y hay pocos estudios que indiquen en qué sectores de la economía o qué lugares se genera la evasión. Además, no conocemos al contribuyente que evade sus obligaciones y, en muchas ocasiones, citamos estudios realizados en el extranjero que, si bien pueden ayudarnos, no permiten formarse una idea completa, al desconocer elementos culturales que son relevantes.
La discusión, por tanto, parece relevante. Resulta obvio que reducir el fenómeno de la evasión es un objetivo de política pública que debe ser buscado. Si se quiere enfrentar el problema, no sólo se debe dimensionar el impacto de dicha evasión y estimar cuánto se podría recaudar si lo reducimos, estableciendo una metodología clara, sino que también se deben conocer cuáles son sus principales componentes para que, en base a dicha información, se puedan tomar las mejores decisiones que ayuden a formular las políticas de largo plazo. Y como siempre, evaluar lo que se hizo.